Dos Navidades con una Década de Diferencia

Nunca habían escuchado el nombre de Jesús ...

Cuando llegamos a esta ciudad remota en las montañas del sudeste asiático, comenzamos a trabajar en un centro ministerial donde asistían 100 estudiantes. Ellos venían todos los días para recibir comidas calientes, nutritivas y obtener los útiles escolares. Años de ministerio de compasión en esta área montañosa allanaron el camino para que seamos los primeros obreros interculturales en vivir a largo plazo en la montaña.

Pasar tiempo con estos preciosos estudiantes fue un gozo, ¡Pero anhelábamos compartirles el mensaje de Jesús! El gobierno restringía constantemente la predicación del Evangelio y esperamos casi un año completo antes de tener una oportunidad.

Entonces organizamos una fiesta de Navidad para nuestros estudiantes y allí escucharon por primera vez el nombre de Jesús. Sembrar esas primeras semillas en sus corazones fue un milagro, ¡No tuvimos interrupciones y no aparecieron los funcionarios del gobierno para sorprendernos e “inspeccionar” la actividad! Ciertamente fue un momento ordenado por Dios.

Los estudiantes escucharon atentamente el mensaje, pero como nunca antes habían oído hablar de Jesús no entendieron completamente ni creyeron de inmediato. Sin embargo, a partir de ese día compartimos el Evangelio de todas las formas posibles. Fue un proceso lento, les fuimos contando partes de la vida de Jesús en eventos durante todo el año e incluso hicimos un pequeño grupo de estudio con estudiantes de la secundaria.

Diez años después, nuestra celebración navideña se veía bastante diferente, los estudiantes cantaban villancicos con risas, alegría y oraban al final de la historia. Nunca tuvimos una gran cruzada en la que 100 estudiantes dieran su vida a Jesús, sin embargo, uno por uno han llegado a la fe. Algunos vinieron en secreto sin estar listos para decírselo a sus padres y familiares budistas por temor al aislamiento y la persecución. A menudo, el trabajo parecía lento, pero Dios ha hecho más de lo que podíamos imaginar en estos diez años. Esto me recuerda que esta es la obra de Dios, no la mía, ¡Y Él siempre está trabajando para construir Su iglesia en cada rincón del mundo budista!

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