Salvados y Llamados

“¡Quiero ir a la iglesia!”

Tan se enteró que habia un centro de inglés en su campus universitario y decidió asistir a una clase. Como buen mongol que vivía en el norte de Asia, nunca había escuchado el Evangelio, ni siquiera había conocido a un cristiano. Aunque su madre era una fuerte lama budista, el oró al cielo, oró a Dios sin nada en particular.

En su primera visita al centro, Tan descubrió algunas pistas sobre Jesús en la lección. La semana siguiente asistió al centro y después de la clase, se subió al mismo tren que tomó uno de los trabajadores transculturales que trabajaban en el centro. Mientras hablaban en el tren, Tan le dijo al misionero: “¡Quiero ir a la iglesia!”

Tan y el misionero estudiaron varias veces la Biblia en una cafetería. El estaba muy interesado. Pensaba que la resurrección era lo mismo que la reencarnación, y el misionero lo ayudó a comprender la diferencia. Llegó a comprender que Jesús no es un Buda y fue invitado a una pequeña reunión de una iglesia en una casa y le dieron una Biblia en su idioma para que la leyera entre los estudios semanales.

En un mes, Tan conoció a Cristo. Comenzó a leer la Biblia todos los días y a estudiar las Escrituras con regularidad con el misionero. Un par de meses después, el declaró su fe públicamente, siendo bautizado en agua en un día de invierno al aire libre con algunas personas presentes.

Tan sintió que Jesús lo estaba llamando para llegar a su pueblo. Se inscribió en una capacitación y aprendió a testificar de una manera culturalmente apropiada. Con el tiempo, se convirtió en líder de una pequeña iglesia en casa. Luego se mudó a otra ciudad donde pudo ministrar a sus compatriotas mongoles. El también se convirtió en líder en esa iglesia doméstica local y predicó allí con regularidad. A medida que la persecución en el área se hizo más intensa, Tan se mudó a una nueva ciudad y hoy continúa amando a Jesús y sirviendo a la comunidad local.